Doblete cinematográfico en una heladora tarde de sábado.
La primera elección fue el blockbuster post-navideño Sherlock Holmes. Personalmente, nunca me gustaron las -pocas- novelas de Conan Doyle que leí, muy descriptivas y excesivamente reduccionistas. De hecho, mi encarnación favorita del detective londinense fue un perro naranja de dibujos animados.
En este nueva re-imaginación de la historia, Robert Downey Jr es Sherlock, Jude Law es Watson, el clon de Andy García es el malo, y Guy Ritchie mueve la cámara. Un Guy Ritchie, por cierto, que lleva desde 2000 sin hacer una buena película, que entre sus escarceos con Madonna y Ray Liotta estaba viendo su crédito menguar cada vez más, parecía que podía utilizar esta película para relanzar su carrera.
Pues bien, Sherlock Holmes, versión 2010, es una película olvidable. La pareja protagonista está bien -quizás habría estado más canalla de haber llevado más al límite el rollito homogay que se traen Holmes y Watson-, y el director tiene escenas -la pelea de boxeo, la carnicería- que llevan la marca del mejor Ritchie. El resultado final, sin embargo, te deja tan frío como las desaturadas calles del Londres de finales del s.XIX.
Sigo queriendo creer que el problema de la peli es más de guión que de otra cosa, y que una vez solventada la siempre coñazo presentación de personajes e introducido el profesor Moriarty (ojo a ese cásting para la secuela) se puede apañar un buen Sherlock Holmes para el siglo XXI.
Como segundo plato llegaba Invictus, la peli que Clint Eastwood ha montado a partir de la novela del gran John Carlin, con Morgan Freeman por fin interpretando a Nelson Mandela en la gran pantalla.
La película se resume en el discurso que da Matt Damon a sus compañeros de equipo de rugby durante la gran final. Con el equipo tres puntos abajo, Damon les pide sólo una cosa: defensa, defensa, defensa. Más o menos una metáfora del trabajo de Eastwood: parte de la base del gran parecido físico de Morgan Freeman y Nelson Mandela, tan obvio y esperado, que casi le quita impacto a la buena actuación del actor. Eastwood no se atreve nunca a jugar al ataque, y lleva la película va del punto A al punto B como un tiro, sin desviarse ni un momento, sin un solo arco de personajes, ni un solo momento dramático. Las subtramas, además, brillan por su ausencia (la única que tiene interés es la de los guardaespaldas mitad negros, mitad blancos), y parece que Clint se queda a medio camino en el relato de la (turbia) vida familiar de Nelson Mandela.
¿Y el rugby? Era sospechable y hasta cierto punto comprensible que a Clint Eastwood el deporte en cuestión se la trae al fresco, y así encadena planos brillantes -el contrapicado bajo la mêlée- con horrores -todas las cámaras oh-cuán-dramático-es-este-momento lentas-.
Mención aparte merece la música, que parece sacada continuamente de librería de sonido. Hasta puedo imaginar a Kyle Eastwood, responsable de la cosa e hijo de, descargando cedés de música africana para cascarlos en la película. Luego están esas canciones que parecen sacadas de una película Disney de los ochenta. Espeluznantes.
La gran pregunta es: ¿le darán el Oscar a Morgan Freeman? Yo personalmente no se lo daría. Ahora bien, la política de Hollywood es como es, así que no me extrañaría ver al amigo Madiba llevándose la estatuilla a Sudáfrica.
3 comentarios:
Jo, tio con tanto analisis (con tilde en na) al final parece que la peli sea una M. Pues a mi, que soy menos entendida, me encanto (con tilde en la o). ¿No te parece que la forma de contar la historia del Mandela postcarcel es genial? ¿Y la excelente interpretacion del personaje que hace Morgan? En fin que para gustos estan los colores....
YK, hágame (con tilde en la ha) el favor de ponerse Gran Torino, y luego me cuenta.
Para mi Rocknrolla es la mejor peli que vi en todo el 2009...
Post a Comment