El extraordinario Jacinto Antón

No todos los días se puede decir que se ha leído un libro genial. Yo, hoy, tengo ese privilegio.

Bueno, sin nos ponemos puntillistas como Seurat, no se trata de un libro per se, sino más bien una recopilación de artículos que Jacinto Antón ha venido publicando en El País edición de Cataluña, a lo largo de los últimos catorce años.


"Pilotos, caimanes y otras aventuras extraordinarias", que así se llama el libro, llegó a mis manos previa recomendación de mi mediático amigo Javi.
La señorita que me atendió en El Corte Inglés se pasó un rato escrutando su base de datos para saber si tenía el título de marras. He de reconocer que, aunque recordaba íntegro el título, preferí darle el nombre del autor para no pasar vergüenza.


En fin, que Jacinto Antón es un autor extraordinario. Se aproxima a la realidad desde una inocencia impropia de un periodista de su experiencia -me atrevería a describirlo como el reverso luminoso de Pérez-Reverte-, y consigue hacer de lo cotidiano algo maravilloso. A los ojos de Antón, la compra de un hámster puede ser una epopeya ("En qué momento se convierte la vida en destino? El otro día, sin ir más lejos, cuando me compré un hámster", comienza el artículo en cuestión) y el desmontaje del árbol de Navidad, en una operación de alto riesgo.
A lo largo de las 344 páginas de aventuras, Jacinto Antón habla de temas tan dispares como los indios Sioux, el standartenführer Skorzeny, su miedo al telesilla, los gorilas que han sido descubiertos en plena postura del misionero o su obsesión particular, el explorador, aventurero y falso noble húngaro Laszlo Almásy. Además, cita a uno de mis héroes particulares, el piloto alemán Hans Rudel, y su maravillosa biografía "Piloto de stukas", de la que creo que ya hablé en su momento.

Antón deja muchas joyitas a lo largo del camino ("Adoro los submarinos: combinan de mis grandes miedos, el mar y los ascensores"), y personalmente me identifico con el artículo en el que confiesa que, de vez en cuando, extravía algún libro interesante en las librerías, a la espera de una mejor ocasión para hacerse con él.

Tengo que admitir lo he pasado mal con los ataques de risa que me ha provocado "Pilotos, caimanes y otras aventuras extraordinarias" en el metro de París. Incluso una vez estaba tan metido en la historia, que tuve que cruzar el vagón de un salto para no pasarme de estación.
No habría sido tan grave; al fin y al cabo, no
tiene uno todos los días la suerte de encontrarse con un libro tan maravilloso como el de Jacinto Antón.

3 comentarios:

YK said...

Pues me lo vas a tener que dejar. Tengo necesidad de leer un libro que me haga reir. De momento, lo que leo, casi siempre tiene al menos un trasfondo triste. A Mahón con el libro: d'nt forget it.

Unknown said...

¡Habrá que leerlo!

El intrépido cutipastista said...

¡Habrá que leerlo!