Pocas veces he tenido más clara una crítica de una película. Cuando era pequeño, uno de los pocos cuentos de Disney que no me gustaba era Alicia en el País de las Maravillas. Cuando fui mayor, aprendí a detestar el cine pretencioso y sobrecargado de Tim Burton. Pues bien, hoy, con un par, me he dejado arrastrar a ver la versión burtoniana del cuento de Lewis Carroll.
Iba al cine con muy pocas expectativas, pensando que iba a ser demasiado barroca, que los maquillajes y los decorados iban a ser más importantes que el guión y los actores, que la música iba a ser más de lo mismo. Me quedé corto, muy corto, en mis pesimistas presunciones.
La ambientación es, en efecto, sobrecargada, con mogollón de elementos superfluos -casi todos hechos por ordenador- y los maquillajes y vestuarios son tan abigarrados que te preguntas si hay un actor ahí dentro.
Ahí es cuando la cosa se va al garete, con los actores. Porque, a priori, Burton tenía un elenco bastante decente, capitaneado por Johnny Depp (que no Deep como dice el 99% de la población mundial), Anne Hathaway, Crispin Glover, las voces de Alan Rickman, Christopher Lee y Martin Sheen, y la inevitable e insoportable Helena Bonham Carter. Están todos y cada uno de ellos -excepción hecha de la chica que hace de Alicia- sencillamente espantosos: Depp compone un sombrerero loco tan estridente que hace que su locuaz capitán Jack Sparrow parezca salido de Hamlet; Helena Bonham Carter no hace más que chillar su única línea de guión -"¡QUE LE CORTEN LA CABEZA!"- y Anne Hathaway debería llevarse un Razzie honorífico por su terrible interpretación de la Reina Blanca. No sólo consigue crear el secundario más anodino de la historia del cine en el siglo XXI, sino que deja a todo el mundo con la duda de quién coño le sugirió que se pasara la película con los brazos en alto, como si intentase bailar El lago de los cisnes con zancos.
La fotografía también es de premio: más oscura que el sobaco de un grillo la mayor parte del tiempo. Y luego está el tema del 3D -añadido deprisa y corriendo por Disney para poder cobrar tres euros más por la entrada- que no aporta nada, ni ayuda a meterse en el maravilloso mundo de las maravillas, ni mola lo más mínimo.

Pero lo peor de todo -y créanme cuando insisto en que hay un huevo de cosas que odiar en esta película- es el guión. Vaya por delante que no he leído (ni pienso leer) ninguna de las obras de Carroll, pero el libreto de esta historia es infumable, con personajes presentados cual reos en el pelotón de fusilamiento, situaciones absurdas las unas detrás de las otras y cero sentido del humor. No escuché ni una risa en toda la película, ni siquiera en esa estúpida escena final en la que Johnny Depp decide bailar break dance para rellenar metraje.
Hasta que hemos llegado. Que le corten la cabeza a Tim Burton.
2 comentarios:
Deberías publicar esta crítica. Seguro que lograrías hundir a Alicia/Burton para el resto. Nunca se me hubiera ocurrido verla pero, después de leer esto, sólo se me ocurre recomendar a quien me pregunte por ella, que lea tu blog.
http://twitter.com/ebertchicago/status/11000639962
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