Francia ha debido ser el penúltimo país del mundo en el que se ha estrenado la tercera parte de Toy Story. De todas las películas de Pixar -quizá con el permiso de Monstruos S.A.- las dos Toy Storys son mis favoritas. Incluso hay un debate muy serio sobre la posibilidad de que la 2 sea todavía mejor que la 1.
Así que no me extraña que Lee Unkrich, el director de esta tercera parte, estuviera acojonado ante la perspectiva de hacer esta peli.
Y es que el 3 es un número maldito. Con la excepción de Indiana Jones y John McClane, ninguna saga ha conseguido hacer una tercera parte a la altura de las dos primeras. Lo de "a la tercera va a la vencida" nos ha dejado bodrios protagonizados por Superman, los ewoks, Marty McFly, Robocop o Spiderman, entre otros.
Como en el maravilloso grupo de Facebook ("Quítate de mi camino, niño, que llevo diez años esperando Toy Story 3"), la sala estaba llena de gente de mi edad, y había pocos chavales para ser una sesión a las 6 de la tarde. Supongo que muchos irían a ver la versión en francés...
Hablando de adultos, lo bueno de las películas de Pixar, desde aquel debut con Toy Story en 1995, es que siempre han tenido dos niveles de lectura, uno para niños, y otro para mayores. Mi problema es que ya llevo dos años -en 2008 con Wall-E y en 2009 con Up- en los que encuentro el texto para mayores, pero ni rastro de la capa para niños. Nadie dice que no se puedan hacer películas de animación para adultos, pero Toy Story tiene que ser un juguete para niños, tanto pequeños como grandes.
Toy Story 3 tiene partes oscuras, más cercanas a Indiana Jones y el Templo Maldito que a las anteriores historias de juguetes de Pixar. El malo, por ejemplo, es Hannibal Lecter en versión peluche. Y en el último cuarto de hora de peli hay un momento en el que se te ponen de corbata. No sentía tanta angustia viendo dibujos animados desde que David el Gnomo se convirtió en árbol. La muerte de la madre de Bambi es una broma al lado de ese momento en el basurero.
Pero lo peor no es eso: el niño que hay en mí durante un momento de TS3 -como en Wall-E y en UP- se estaba aburriendo sentado en la butaca.
Toy Story 3 no es, vaya por delante, ni Superman 3, ni mucho menos Shrek 3. Los personajes siguen ahí: Woody, Rex, el señor Potato, Hamm y nuevos fichajes como sobre todo Ken, el metrosexual novio de Barbie. Por encima de todos ellos, una vez más, está Buzz Lightyear, que protagoniza varias de las mejores escenas de la película. La animación es bestial, aunque el 3D es innecesario y sigo odiando llevar gafas durante hora y media. Y a la música de Randy Newman se suma esta vez una versión descacharrante del "You have a friend in me" hecha por los Gipsy Kings.
Y sin embargo, hay a lo largo de la hora y media de metraje un rollo existencialista acerca del futuro de los juguetes, su abandono por parte del dueño original, su perpetuación a través de una guardería con nuevos niños a cada año, etc. que parece un poco fuera de tono. Aun siendo la soledad una idea que aparecía en las dos primeras partes, en TS3 es martilleado hasta la extenuación. Como si el guión lo hubiera escrito un juguete recién abandonado por su dueño. Y deja un regusto amargo en el espectador.
Al final, por mucha animación de vanguardia, mucha creatividad y mucho tresdé que le eches, no deberían olvidarse que Toy Story debería ser, ante todo, una película para niños.
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