Una de tovarichs

Se cumplen 90 años de la revolución rusa. Y la verdad es que no hay mucho más que decir.

El que no se sepa la historia a estas alturas (Lenin-la libertad consiste en la falta de estado-Trosky-no hay revolución sin el resto de países-stalin-todo a tomar por saco) que se la lea en wikipedia.
Mi lectura de lo que pasó en Rusia, con la ventaja que me da tener 90 años de perspectiva, es que fue un levantamiento popular de los de toda la vida con la particularidad de las tesis obreras que nacieron en el siglo XIX y por primera vez intentaron ser aplicadas en el mundo real.


Inicialmente positiva -echar a un monarca, y más un hijoputa como Nicolás II, siempre me parece una buena opción-, la revolución rápidamente se convirtió en una "dictadura del proletariado", término acuñado por Lenin para referirse al periodo de transición entre la sociedad burguesa y el comunismo. El problema es que el amigo Lenin palmó pronto, en 1924, y sus sucesores, sobre todo el amigo Stalin, se encargaron de que esa dictadura del proletariado se mantuviese contra viento y marea, consiguiendo que al final se produjese una rotación relativa en las élites de poder, y no un reparto verdadero de la riqueza, que era el teórico fin último del comunismo. Y es que a todos nos gusta el caviar Beluga y el vodka en un sillón de cuero con vistas a la Plaza Roja de Moscú. Nos ha jodido, mi proletario amigo.

Y, si bien es cierto que Lenin no era ningún santo, es la madre Teresa de Calcuta en comparación con lo que hizo después el amigo Stalin, que empezó por liquidarse a Trotsky con un piolet en la bañera (por medio de un sicario de origen español, por cierto) y acabó por mandar a millones de personas a comer helados a Siberia. Pero ésa ya es otra historia, me temo.

1 comentarios:

Anonymous said...

Lamentablemente, Adri, Stalin y lo que hizo no es otra historia. Es la misma historia...