Nota mental: no torturaré a mis hijos con películas de mi infancia

Esta tarde al salir del trabajo me fui con Antoine a casa del ch'ti por excelencia, Mathieu, a revivir un referente de nuestras infancias: Cazafantasmas. Es de esos momentos en que te das cuenta que los franceses son, a pesar de los pesares, verdaderamente un pueblo hermano: aquí todo el mundo de mi generación conoce a Steve Urkel, ha jugado al Monkey Island o sabe qué es lo que pasa cuando pones un DeLorean a 140 kilómetros por hora.

El caso es que Cazafantasmas (S.O.S Fantômes en versión gabacha) es una de esas películas que nos han marcado a todos. Yo personalmente llevaba sin verla unos quince años, porque curiosamente nunca la llegué a tener en VHS.

Total, que la película es espectacular, tiene un humor bestial y Bill Murray gana un montón en versión original. Luego está Rick Moranis, que es un secundario ochentero sensacional, al nivel de Steve Buscemi en los 90. Y la música, el logo, el coche, el marshmellow... brutal peli.

En lo que sí hemos coincidido los tres es en lo mal que ha envejecido la película. A diferencia de Star Wars o la misma Regreso al futuro, Cazafantasmas da la sensación de tener unos efectos especiales que ya eran malos el día de su estreno.

Por eso mi reflexión ha sido que no obligaré a mis hijos a ver las películas de mi infancia. Como dice Antoine, no me digas que no te jode cuando tu padre te pone películas en blanco y negro de los años cincuenta... Pues eso.

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