
Durante la semana, me repasé precisamente El código Da Vinci, la lentérrima película de Ron Howard que en 2006 amasó más de 700 millones de dólares a nivel mundial, y sin embargo no conozco a nadie que le gustase.
A&D está dirigida por el mismo Howard, y vuelve a cometer el mismo error de cásting al poner a Tom Hanks en los zapatos del profesor Robert Langdon. Esta vez, eso sí, le quitan el horrible mullet que lucía en la película anterior.
Y hablando de errores de cásting, mucho ojo a Ewan McGregor, que lleva dando palos de ciego desde su aparición en La isla, de mi queridísimo Michael Bay. En A&D, Ewan está fuera de sitio, con un acento irlandés forzadísimo y, aún peor, con cara de estarse aguantando la risa a lo largo de toda la peli.
Como adaptación cinematográfica de una novela, A&D es muy superior a su predecesora. Donde antes había interminables monólogos, ahora hay mucha más acción. Sorprende bastante la mejoría de guión, dado que al lado del correcto David Koepp está el terrorífico Akiva Goldsman, responsable de los libretos de Batman Forever y Batman & Robin. La larga mano de Akiva se nota, sin embargo, en cosas como un profesor de historia en Harvard necesite intérprete para leer latín, mientras Indy leía arameo sin problemas.
Lo mejor de A&D, sin embargo, es la banda sonora de Hans Zimmer. Después de dos composiciones bestiales para los Batman de Chris Nolan, Zimmer utiliza muy eficazmente la percusión y los coros para contribuir a ahondar en el ritmo y el dramatismo de la narración. Sin duda, el mejor compositor de Hollywood a día de hoy.
En mitad de toda esta movida está Ron Howard, un director eficaz capaz de lo mejor -Apolo 13, Una mente maravillosa- y de lo peor -El código Da Vinci, Rescate-. El amigo Howard, si bien como he comentado consigue al menos que esta película no sea una lectura pública del libro original, parece un poco desbordado por la grandiosidad de la Roma que intenta retratar. Así, alterna planos soberbios -sobre todo, los gran primeros planos-, con cosas incoherentes como una grúa que nos mete en la plaza de San Pedro y... se queda a medio camino.
En fin, que una vez más me quedo con las ganas de saber qué habría sido si Ángeles y Demonios hubiese estado dirigida por un director con un poquito más de personalidad y un actor con un registro más amplio. Supongo que, al ritmo de remakes que va Hollywood, en unos veinte años podré tener la respuesta.
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