À la grève


O, lo que es lo mismo, a la huelga.
Cuando el lunes pasado llegué a la agencia, mi compañera de la mesa de enfrente se me quedó mirando y me dijo que qué iba a hacer el día de la huelga. ¿Huelga? La última huelga que recuerdo es las que se hacían en el instituto, que siempre caían en lunes o en viernes, qué cosas.
Esta viene precedida por un amago de Sarkozy de modificar una ley sobre pensiones. Y resulta que mira por donde, todos los sindicatos se han puesto de acuerdo contra el presidente francés para que se meta la ley por el mismísimo recto.

Total, que por lo visto había una huelga en el transporte público parisino programada para este jueves. Y yo, españolito de a pie ajeno al poder del movimiento obrero francés, no le di mayor importancia al tema.

Ayer miércoles ya hablaba la gente de si venir en patines, de si coger la bici o qué. Y me empecé a mosquear, más que nada porque vivo a tomar por saco de la agencia.
Más me mosqueó todavía saber el antecedente. En 1995, por lo visto, el entonces presidente, Alain Juppé, planeaba sacar una ley contra los privilegios del funcionariado.
Y entonces transporte, educación, electricidad y hasta la tumba de Napoleón fueron a la huelga. Por lo visto, al cabo de una semana de parálisis total, el ejército francés iba barrio por barrio recogiendo a los trabajadores con camiones para que pudiesen ir a trabajar. Y Juppé, en un ataque de bocachanclismo sin precedentes, dijo que si no salían dos millones de franceses a la calle, no retiraría su proyecto de ley. Resultó que salieron dos millones de franceses a la rue. Y, flop, Juppé se tuvo que meter su proyecto, hoja a hoja, por el mismísimo culo.
El caso es que esta mañana, ante lo negro del panorama según ponía según internet (aquí los servicios mínimos se los pasan por el forro de los mismísimos), me quedé en casa a trabajar. Cual sería mi sorpresa, oh campos de soledad, oh mustios collados, cuando mi conexión de internet se fue a tomar por el mismísimo saco. A la mierda el webmail y la madre que lo parió. Así que a la oficina.

Pasé por una estación de metro, y tenía el aspecto de la foto que veis aquí arriba: próximo tren, en 66 minutos. Toma castaña, que diría mi tía la Peji.
Así que me fui a otra estación y esta vez hubo suerte. Cual expreso de Hogwarts, el metro apareció para llevarme a la agencia.
Pero, y la tarde. Operación retorno, y esas cosas. La tarde ha sido otro cantar. Ha sido el do de pecho, más bien.
Reconozco que fui de listo, y así no se puede. Me metí en una estación a ver si la gente se había ido andando y aparecía el trenecito mágico again. Cuando vi que la cola de gente esperando rebosaba el andén y subía escaleras arriba hasta la calle, asumí que me tocaba ir a pata.
Y a pata fui. Horita y media, noventa minutazos de paseo por París (afortunadamente sin lluvia) y mira, por lo menos llevaba la cámara y he podido sacar alguna foto chula que aquí os pongo.
Y mañana, una vez arreglado mi internet casero con el viejo truco de desenchufa-enchufa otra vez, aquí me quedo, resolviendo problemas al otro lado del mundo en chándal y zapatillas.

2 comentarios:

Dani Crespo said...

Q grande es Paris Adri, que grande, veo q tu día de ayer fue similar al de Enjuto mira: El peor dia de mi vida ;-)

Anonymous said...

Con ese cielo ya se pueden hacer fotos chulas!! ;)