
El juego en sí es una pasada. Empieza justo después del desembarco de Normandía, y tienes que ir ganando terreno a los alemanes hasta (re)conquistar París. Y ahí he estado buena parte del fin de semana, conociendo los bosques de Normandía mientras me agachaba para evitar las balas alemanas que silbaban sobre mi cabeza.
Tengo que decir en contra del juego que me gustaría que se pudiese elegir bando. Los nazis, ideologías aparte, tenían un arsenal mucho más divertido de manejar, y encima había mucho personaje mítico que manejar, desde Rommel hasta Guderian. Con música de Wagner y tal. Pero en fin.
Y el resto del finde, muy deportivo. Entiéndaseme, muy deportivo para otros, mientras yo lo veía en mi sofá. Los surafricanos se pasearon en la final del mundial de rugby, Nalbandián le dio hasta en el cielo de la boca al amigo Federer, y por una vez y sin que sirva de precedente vi la fórmula 1 (que por otra parte limitaría a las tres primeras vueltas, porque lo demás suele ser un sopor) y me lo pasé como un enano con la victoria de Ferrari frente a los presuntuosos de McLaren, Alonso incluido.
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